sábado, 17 de agosto de 2013

Futuro sin Pasado


   Las emociones, algo tan nuevo en nuestra raza, nunca habían alcanzado tal importancia en mi conducta habitual como en estos históricos momentos. Y es que hoy, sin lugar a dudas, se darán respuestas a infinidad de preguntas sobre el origen de nuestra existencia.
   
   Este hecho debe agradecerse a la proliferación de esa relativamente nueva doctrina científica que es la genética. Un conocimiento que como muchos otros nos fueron legados por nuestros, hasta hace relativamente poco, desconocidos antepasados.

   Nuestra civilización avanzó mucho, sobre todo después del descubrimiento de que aquellas grandes moles prehistóricas encontradas de hojas delgadas de pasta de fibras vegetales impregnadas de composiciones químicas, preferiblemente oscuras, que formaban curiosas formas repetitivas, no eran solamente simples caprichos de la naturaleza sino algo más. Se especuló mucho sobre este tema durante mucho tiempo y al final se llegó a la acertada conclusión de que aquellas formas extrañas debían de ser artificiales y que debían de ser un rudimentario modo de locución o comunicación.

   Esto nos llevó a la consecuente pregunta de, ¿quién o quienes habían hecho esta descomunal obra? Y sobre todo ¿para qué?

   El descubrimiento acarreó serias consecuencias en nuestra todavía incipiente civilización. Fueron muchos los que vieron en estas, denominadas posteriormente "escrituras", un símbolo inequívoco de la existencia de un ser superior que intentaba comunicarse con nuestra raza. 


   Estos fundaron unas doctrinas dogmáticas incompatibles por completo con la razón y el conocimiento de nuestra comunidad, que entorpecieron y lastraron por bastante tiempo el completo desarrollo intelectual de nuestra especie.

   Estas creencias fueron erradicadas, de forma dura sin duda, gracias a la participación de la Reina Madre de la Trigésimo primera generación después del descubrimiento, que les recordó a aquellos que seguían a estas figuras especulativas sin fundamento, que estaban traicionando a la primera y más importante ley de la colonia. La cual reza que ella y sólo ella era la única regente de nuestra comunidad y por eso la única a la que se debía rendir pleitesía y adoración.

   Los líderes de estas sociedades fueron eliminados al igual que sus seguidores, destruyendo así cualquier posibilidad de resurgimiento del culto prohibido.

   Pero quién podría haber pensado que estas, ahora denominadas religiones, ayudarían mucho más tarde a que el futuro, ahora nuestro presente, se desarrollara tanto científica como mentalmente a niveles tan inesperadamente elevados.

   Estas doctrinas sin fundamento científico promulgaron, aun de forma incipiente y primitiva, el análisis de esas extrañas e inmensas estructuras para su posterior desarrollo en su comprensión y traducción.

   Ahora, varios milenios más tarde, la traducción de estos símbolos son algo que incluso hoy en día sigue siendo una ciencia todavía joven.

  

Hoy sabemos muchas nuevas cosas gracias a la traducción de estos símbolos. Lo primero y más importante fue el descubrimiento de lo que en realidad eran esas estructuras y esos símbolos. Hoy sabemos que esas estructuras se les denominaban, en el idioma criptográfico, como “Libros”, y que aquellos extraños símbolos que contenían se llamaban “Letras”, y que el conjunto de varias de ellas formaba las llamadas “Palabras”, que poseían significados conceptuales. 

   Nos costó mucho tiempo y recursos traducir esa forma de locución a nuestro modo de expresión, pero al final pudimos conseguirlo, no del todo aún, pero sí lo suficiente.

   Estos llamados “libros”, nos aportaron informaciones preciosas de conocimiento científico básico, que nosotros más tarde completábamos con nuestra propia experiencia.

   Nuestra civilización avanzó entonces a pasos agigantados y sin ninguna pausa. Nuestra tecnología, nuestro saber y con ello nuestra ciencia tomó en un relativo corto periodo un cariz cada vez más abstracto, que conllevó con el tiempo a un proceso de especialización progresiva de los efectivos de nuestra colonia, y con ello a una homogeneidad de nuestra sociedad de la que en nisiquiera en los albores de nuestra existencia habíamos llegado siquiera acercarnos.

   Los conocimientos o ciencias se diversificaron cada vez más, completando un abanico de posibilidades que se incrementaban casi cada día que pasaba. Las Reinas Madres se encontraban cada vez más orgullosas de nosotros, algo que sin duda nos impulsaba aún más si cabe en el deseo de avanzar.

   Ahora recuerdo con añoranza mis años de estudio... que días aquellos. Mi especialización es la genética, un saber que en un principio se me fue impuesto dadas mis cualidades; pero que me ha colmado de tantas gratificaciones como de sabiduría. Una de las mayores recompensas que me ha dado esta ciencia es la posibilidad de poder conocer a nuestra Reina Madre actual, la cual estaba muy interesada en el proyecto en el que me había embarcado. Recrear mediante restos genéticos a nuestros ancestros, a aquellos que presuntamente habían escrito aquellas inmensas escrituras que tanto nos habían ayudado a emprender este viaje a la sabiduría.

  

   Las primeras incursiones fueron un completo fracaso, mis antiguos colegas de trabajo desoyeron mis consejos, los cuales eran buscar a las especies más semejantes, genéticamente hablando, a nosotros entre las cuales sin duda debería estar nuestros ancestros. Pero ellos se empecinaron en la fallida teoría de que como nuestros ancestros habían conseguido un nivel de conocimiento tan extenso debían haber conseguido un nivel de vida tan rico que su número debía de ser inmenso, y por lo tanto haciendo un complicado cálculo estadístico y probabilístico de todas las muestras recogidas de forma aleatoria, aquella que fuera la más repetida y por lo tanto la más numerosa de todas debía de ser sin duda el código genético de alguno de nuestros ansiados ancestros, ahorrandonos así recursos y tiempo en lugar de usar mi método, mucho más cosoto y tedioso.

   Una teoría que a la vista de lo acontecido después resulto ser un completo fracaso y una completa perdida de tiempo de recursos. El resultado de aquella absurda teoría dió con la recreación de un ser completamente adverso a nosotros; un animal inmenso de cuatro extremidades, torpe y sin ningún valor científico. Así que tuvimos que sacrificarlo y con él a todos los responsables de este error. Es así como se ajusticia los errores en nuestra sociedad.

   Pero hoy todo eso está por fin olvidado, hoy gracias a mis consejos de cómo debía llevarse este proyecto a cabo hemos conseguido nuestra quimera, y ante mi está el ser del que todos nosotros hemos derivado, nuestro ansiado ancestro.

   Es curioso, se parece mucho a todos a nosotros de no ser por esas dos extrañas rarezas que posee, comprendo la utilidad de sus alas pero lo que no consigo atisbar es para que diantre utilizará ese pequeño aguijón.



FIN.


Este relato ha sido escrito y es propiedad de E.J. de Jorge

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