viernes, 19 de julio de 2013

Papeles (2/3)

(2º Parte)



    Veo un atisbo de interés detrás de ese intento de  cara de póker que intenta poner. Sé, que dada su profesión tiene que mantener una cierta distancia con el paciente. Pero no he podido evitar percibir el brillo característico de la curiosidad en su mirada.

     Los recuerdos, como decía,  ¡no existen! ¡Imagíneselo! Usted recuerda, yo recuerdo, todos recordamos. ¡Pero el recuerdo no existe! Vaya locura, ¿verdad? ¿Pero como es eso posible? Se preguntará.


    

En realidad ya se lo he explicado. Recapitulemos. El presente no existe, es sólo un acto de convicción. Por lo que podríamos preguntarnos ¿qué barrera nos impide poder observar lo acontecido o lo que acontecerá? Esta barrera, a la que cariñosamente denominaré a partir de ahora como el "pequeño hijo de puta", es una región específica de nuestro cerebro que curiosamente actúa intensamente en el proceso mental al que denominamos “recordar”. Cuando recordamos, no accedemos a ningún archivo en nuestra memoria amigo mío, lo que hacemos en realidad es observar. Observamos el pasado. Nos asomamos al precipicio del momento presente y miramos más allá. ¿No lo entiende? Directamente nuestras mentes viajan en el tiempo. Observamos nuestras vivencias pasadas tal como yo lo observo hoy a usted sentado frente a mi en este mismo momento... y además de vez en cuando, y en muy contadas ocasiones, atisbamos también el futuro.

     Pero, ¿por qué es tan borroso?, ¿por qué no es como cuando vemos una película o conducimos un coche? Pues a causa, evidentemente, del "pequeño hijo de puta". Un proceso de   seguridad que nos inmoviliza cual amarre y nos ata siempre al momento actual.  Un momento que metafóricamente se correspondería a un simple punto que viaja inexorablemente encima de una línea finita dibujada en un papel.

     Un punto que yo y mis colegas por cierto, borramos en un experimento, en un nublado día de Enero.

     Yo mismo me permití ser el sujeto de pruebas. No sé si se lo había mencionado antes, pero ya hacía un año que me habían diagnosticado un cuadro del mal de alzheimer. Así que convencí a mis colegas, no después de constantes súplicas, ruegos y amenazas, de que yo debía ser el primer ser humano en realizar ese viaje a la intemporalidad. Al final... accedieron.  



    Voy a ahorrarle los tecnicismos y voy a pasar directamente a los momentos posteriores a que fuera liberado del yugo del "pequeño hijo de puta". Lo primero que sentí fue una desconexión total del presente. Los días que siguieron al experimento sentía una disasociación absoluta de lo que acontecía a mi alrededor y por alguna razón cada vez me resultaba mas reconfortare aislarme en mis recuerdos, sobre todo en los de mi infancia. Usted me podría argumentar que es un hecho comprobado que cuanto más viejo se vuelve el cerebro y dada mi enfermedad, los recuerdos de la infancia son los que normalmente mas van resaltando de entre todos los demás. Pero no, esto era otra cosa. Además mis sueños habían dejado de ser simples aglomeraciones de ideas y emociones ; eran más, por así decirlo, claros. Mucho más claros. Y entonces en un caluroso día de Julio, sucedió... 

     Volví a tener 5 años.

    Era yo, mi consciencia, mis conocimientos, mis pensamientos. Pero era un yo distinto. Un yo condicionado por el cuerpo de un niño de 5 años libre de testosterona al que aún no le habían bajado los huevos. En cierta medida hasta fue reconfortante; de pronto mi mente pareció liberarse de una cortina de necesidad sexual animal que impregnaba inconscientemente todo mi mundo. Por no hablar de la sensación maravillosa de usar un cerebro nuevo recién salido de fábrica. Había viajado en el tiempo. Mi tiempo.

     Vaya sorpresa que se llevaron mis padres. Al principio se horrorizaron, lógicamente, pero una semana después los bastardos ya me estaban preguntando por los números de la lotería y sobre donde deberían invertir en bolsa. Como ha podido comprobar me las traía al fresco el elemento de crear paradojas temporales. Maldita sea, yo quería ser rico, me daba igual el espacio continuo-tiempo.

     Cuando tuve 32 años de nuevo, ya siendo multimillonario, intenté tener de nuevo 60, tenía curiosidad. Quería saber hasta que punto llegarían mis riquezas.  No soy un santo y ya se lo dije al principio, tengo tendencia a aburrirme. Tardé un par de meses pero
al final lo conseguí... y no, realmente no quiero contarle como lo hago, así que abstengase de preguntar sobre ese tema. Así que volví a mi edad anterior al viaje, y mi sorpresa fué mayuscula . Nada había cambiado. Las cosas seguían tal y como las dejé. Ya no era millonario, seguía teniendo alzhéimer y mi historial sexual volvió a ser insignificante. ¿Qué había pasado con esos 25 años de cambios radicales en mi vida? ¿Habían desaparecido sin más? ¿Por qué nada había cambiado? Tardé unos cuantos años, 167 para ser exactos entre idas y venidas temporales, en dar con la respuesta.

     Al principio era estresante, cada vez que viajaba al pasado, por ese entonces me era imposible superar la barrera del momento exacto después del experimento, los cambios que hacía en el pasado no repercutían mas tarde en mi propia línea temporal. Entiéndame usted bien, me lo pasaba muy bien, pero después de casi dos siglos de viajes... hasta mi vida tenía un límite de variables que cambiar. Así que ya comenzaba a aburrirme. Entonces tomé la decisión de ir un poco mas allá y empezar a buscar respuestas a esa clausura temporal.

Mi cerebro a los 60 ya no daba mucho más de si, así que decidí viajar repetidamente a mi cerebro nuevecito de varios meses de edad para explorar nuevas soluciones. Un cerebro tremendamente flexible, sin neuronas moribundas y potencialmente brillante para el aprendizaje y resolución de problemas. Así que después de varios intentos,  pude dar con la solución a mi problema.

     Universos alternativos.

    Yo, al viajar al pasado, estaba visitando universos alternativos y de alguna forma, cuando volvía, regresaba siempre a mi universo hogar. Esa tenía que ser la respuesta. Y mi nueva misión en la vida. Tenía que conseguir romper la barrera de mi universo y viajar a los demás a voluntad. En primera instancia había conseguido viajar en el tiempo accediendo al proceso del recuerdo, pero viajar entre universos requería el estudio de otro proceso mental muy ligado a este.

     Hablemos un poco de la imaginación.


       Concluirá... aquí

Este relato ha sido escrito y es propiedad de E.J. de Jorge 

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